Tuesday 2 June 2009

Coauhila Africana

Atrás quedó el mar con su azul mediterráneo. Sólo una franja milenaria de agua se extiende por el terreno arenoso. El desierto imponente se extiende más allá de donde la ventanilla de mi avión me da vista. Siempre viajo en asientos a la altura de las alas de los aviones, me digo mientras alzo cuello para poder ver mejor. Por un lado pienso que obstruyen la vista que pudiera tener desde los aires y por el otro, es un lugar que me asegura una escapatoria veloz en caso de emergencia. Con ambas estoy inconforme de cualquier modo. Al fondo algunas casas empiezan a brotar por debajo de las dunas, una, dos, quizás tres. Levanto la vista un poco y 3 edificios se alzan en medio de la nada. Luego los edificios se convierten en bodegas, casas y más edificios. Desierto y edificios. Espacio abierto y cerrado. La contradicción a 35 grados centígrados debe ser abrumante. La mancha urbana se extiende implacable siguiendo el camino del río sin orden aparente. Al menos desde arriba el orden no existe, sólo veo cemento y arena en diferentes formas. Algunos brazos del río parecen emerger de entre las construcciones, pero no llevan agua, llevan autos. Filas de autos. Largas filas de autos. La vista es espectacular. No distingo un solo rastro de vegetación o sombra en el horizonte. Solo autos, edificios y desierto. Horas más tarde, mi amigable taxista me dirá sonriendo que el tráfico en esta ciudad es también parte de las 7 maravillas de mundo.
De repente, entre el caos, a lo que parece la línea que bordea la ciudad, los edificios se vuelven más escasos y sin ningún aviso previo emergen dos figuras de piedra que parecen no tener nada que ver con las construcciones alrededor. Una más grande que la otra, conservan una forma perfecta que demuestra que el orden sí existe allá abajo. O al menos existió en algún tiempo. Ambas, inmutables al cemento que las ha dejado excluidas de la “modernidad” observan “desde fuera” el paso del tiempo. Son dos pirámides solitarias. Gigantes y perfectas. Me pregunto sin reflexionar demasiado (al igual que más de un millar de personas antes que yo) cómo los antiguos habitantes de este árido terreno construyeron tan inmensas construcciones?
La pregunta dura unos segundos en mi cabeza cuando el avión vira en sentido contrario a mi ventanilla levantado las alas mi lado. Una vez más sólo veo una turbina y una superficie metálica.
El aterrizaje es suave y confortable. El calor emanante de la pista hace ver el fondo del paisaje turbio y sé que he llegado al calor “de a deveras”. Tan sólo esta mañana lamenté profundamente perderme el día más caluroso de Londres en lo que va del año, pero veo que calor no me faltará en este lugar. Al menos en los siguientes 4 días. El piloto nos da la hora local por el altavoz y nos pide permanecer sentados. Llegamos con 30 minutos de retraso. Nada fuera de lo común por lo que comprobaría en los siguientes días. - “Muy buenas tardes señores pasajeros, son las 4:20 de la tarde, bienvenidos a Cairo…”-

Sunday 15 March 2009